viernes, 17 de febrero de 2012

¡Quéjate de los controles del aeropuerto!


Estación de autobuses de Kalait
En desierto del Chad el movimiento es constante. Es raro pasar una mañana entera sin ver gente que va y que viene; en burro, en camello, andando…, y en esos camiones que atraviesan el Sahara cargados de cosas y de personas. Viajes inciertos y extraños. ¡Quién sabe lo que puede haber bajo las lonas! No hay taquilla para comprar los billetes, no hay número de asiento; de hecho, no hay asiento. No hay paradas establecidas ni hora de llegada. De hecho, no hay día de llegada. Uno de esos camiones quieto en la arena puede indicar un descanso en la marcha o  una parada de varios días. Las averías fáciles se arreglan sobre la marcha, con una rama de acacia, que cortada a medida hace de palier, o con trapos impregnados de aceite que actúan de elemento de unión entre lo que sea.

Ruta de los camiones en el erg de Yurab
Puede ocurrir que el camión se detenga varios días si se necesita una pieza de repuesto, hasta que pase alguien que la proporcione. Es mejor no buscarle sentido con un cerebro europeo; siempre acaba pasando alguien, y, además, ahora con los móviles ha mejorado mucho la cosa porque pueden llamar al pueblo más cercano para que el siguiente camión que vaya a pasar coja la pieza (o algo parecido) en algún pueblo y se la lleve al averiado; así solo serán un par de días en medio de la nada. Ni siquiera tiene que ver con la paciencia; es solo que la vida es así.

Llegada (o partida) de Unanga Kebir
La gente se sienta o se tumba y espera. No hacen nada más, esperan. Alguien debe de llevar agua, alguien debe de llevar comida, o no comen; quizá algún té, dormir por la noche y esperar. Se contarán la vida, supongo, o no, yo qué sé. Nadie se queja, porque nadie espera nada, excepto llegar, cuando sea, a algún sitio, quizá con algún fin.  


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