domingo, 26 de febrero de 2012

¡Qué arte!


Las Brecas. Ana (de espaldas) y Rocío López Segovia

Un tipo hecho y derecho, médico, profesor o notario se transforma durante diez días en un bufón. Se disfraza de algún personaje hilarante, se pone una peluca, se pinta un par de círculos rojos en los mofletes, se cuelga un pito y se lanza a la calle, con unos compañeros igual de serios. Y así van cantando por las esquinas, sin más intención que pasarlo bien, divertir a la gente y demostrar su ingenio. Son los carnavales de Cádiz. Se han pasado días y días escribiendo músicas y letras, que son un prodigio de la rima y la sorna; e ideando un tipo (una concepto más cercano a la caracterización teatral que al disfraz) en el que la imaginación y el ingenio son más importantes que los medios. Así, una caja de galletas con un tablero de parchís se convierten en un bonete de graduación universitaria, uno estropajos resultan perfectos adornos de un traje militar, dos botellas de litro y medio de refresco hacen un submarinista y con un trozo de espuma y una tela rosa con lentejuelas  un mujer se transforma en una breca.

El Llanito Solitario; un romancero de Gibraltar

Todo ese esfuerzo  está destinado a sacarle punta a los temas más candentes o a contar con ironía una historia inventada. El objetivo es que el público se ría, pero se equivoca quien piense que todo va de cachondeo. Los gaditanos se toman muy en serio los carnavales, de modo que las risas contrastan con el silencio reverencial que guardan los espectadores de cualquier chirigota, comparsa o romancero; y cuando no es así, siempre hay un amo’scushá que reconviene, con tanta gracia como firmeza, a quien no muestra el debido respeto por la comparsa y por el público. Entre chirigota, un vasito aquí o una cervecita allá, y a buscar la siguiente comparsa. Nunca se sabe en qué esquina cantan ni a qué hora, que para eso se llaman chirigotas ilegales; quizá muchas están menos preparadas que las comparsas del teatro Falla, pero la frescura de la calle suple las eventuales deficiencias.  Y a pesar del mucho manzanilla y la mucha cerveza que se trasiegan y de la cantidad de gente, es impresionante ver cómo avanzan las noches sin empujones ni broncas.
Era inevitable que Urdangarin, la crisis y el naufragio del Costa Concordia fueran los temas estrella, porque una chirigota de calle te hace en media hora editoriales más certeros que muchos periódicos. Pero tampoco iba a escaparse un tipo llamado Cayetano Martínez de Irujo, entre cuyos méritos está montar a caballo (parece ser que no muy allá), tener título nobiliario y ser hijo de su madre, la duquesa de Alba, que como posee una cantidad ingente (indecente) de tierras, se hace con una enorme cantidad de dinero en concepto de subvenciones a la agricultura. Señoritos de toda la vida, el niño opina  que los andaluces son unos vagos y que no tienen ánimo de progresar. Como era de esperar, le han salido chirigotas por todas las esquinas de Cádiz; lógico: trabaja más un chirigotero preparando los cuplés que el tipo ese en toda su vida, y con bastante más arte, porque el señor marqués de Salvatierra (mira tú lo que ha progresado él para ser marqués) es un rato lacio, que hasta para insultar hay que tener gracia.  
El señorito está acostumbrado a la prensa rosa, a elegir en cuál de los palacios de su mamá va a vivir y a manejar pasta larga, pero no tendrá en su vida ni el ingenio ni el arte de rimar dos coplas, ¡como para hacer análisis sociológicos con sentido! Sus juicios zafios y chapuceros son especialmente sangrantes en Cádiz, donde la tasa de paro, una de las más altas de España, supera el 30 % (sí, claro que hay economía sumergida). A la ruina de los astilleros se va sumando el de la pesca, y el turismo no es suficiente para remontar; así que con el trabajo, pocas bromas, aunque se rían de todo y sean felices con unas papas aliñás. Les queda el carnaval; mejor que los japoneses no lo entiendan o se lo esquilmaran a los gaditanos como los atunes.


PS: Hay una antología excelente de chirigotas en http://www.youtube.com/user/vivacai?feature=watch. Y si se sigue buscando por youtube se encuentran joyas,entre ellas algunas de  comparsas memorables del concurso oficial, como http://www.youtube.com/watch?v=LtrRCTx_KY8. 

viernes, 17 de febrero de 2012

¡Quéjate de los controles del aeropuerto!


Estación de autobuses de Kalait
En desierto del Chad el movimiento es constante. Es raro pasar una mañana entera sin ver gente que va y que viene; en burro, en camello, andando…, y en esos camiones que atraviesan el Sahara cargados de cosas y de personas. Viajes inciertos y extraños. ¡Quién sabe lo que puede haber bajo las lonas! No hay taquilla para comprar los billetes, no hay número de asiento; de hecho, no hay asiento. No hay paradas establecidas ni hora de llegada. De hecho, no hay día de llegada. Uno de esos camiones quieto en la arena puede indicar un descanso en la marcha o  una parada de varios días. Las averías fáciles se arreglan sobre la marcha, con una rama de acacia, que cortada a medida hace de palier, o con trapos impregnados de aceite que actúan de elemento de unión entre lo que sea.

Ruta de los camiones en el erg de Yurab
Puede ocurrir que el camión se detenga varios días si se necesita una pieza de repuesto, hasta que pase alguien que la proporcione. Es mejor no buscarle sentido con un cerebro europeo; siempre acaba pasando alguien, y, además, ahora con los móviles ha mejorado mucho la cosa porque pueden llamar al pueblo más cercano para que el siguiente camión que vaya a pasar coja la pieza (o algo parecido) en algún pueblo y se la lleve al averiado; así solo serán un par de días en medio de la nada. Ni siquiera tiene que ver con la paciencia; es solo que la vida es así.

Llegada (o partida) de Unanga Kebir
La gente se sienta o se tumba y espera. No hacen nada más, esperan. Alguien debe de llevar agua, alguien debe de llevar comida, o no comen; quizá algún té, dormir por la noche y esperar. Se contarán la vida, supongo, o no, yo qué sé. Nadie se queja, porque nadie espera nada, excepto llegar, cuando sea, a algún sitio, quizá con algún fin.  


domingo, 12 de febrero de 2012

Guerras o camellos



Anagrama del partido del Gbierno
La historia (reciente) del Chad es parecida a la de todos los países subsaharianos. Tras la independencia se enfrentan diversos grupos étnicos y gana uno de ellos (los tubus). Con la ayuda francesa organizan un engendro que quiere parecer un Estado. Al cabo de poco, alguien quiere ser presidente, y quien ya lo es no está de acuerdo; así que se van sucediendo golpes de Estado —en el mejor de los casos— o guerras —en el peor—. Mientras, puede que haya algún conflicto más o menos violento con países vecinos. Al mismo tiempo diversos países europeos intentar sentar sus reales en el país africano y hacerse con todo los recursos que puedan (a lo cual  ayudan con gusto los poderes nacionales); desde hace unos años, a los europeos se añaden los chinos y, en muchos casos, Irán y Arabia Saudí. De todo eso, la mayoría de la población no se entera (caso óptimo) o le cae el sufrimiento, el dolor, más pobreza y menos esperanzas (caso más habitual). Fin de la historia.   
tanque libio abandonado en el Ennedi
Eso es lo que sale en las enciclopedias, en los periódicos y la descripción que solemos hacer de un país africano. Pero cuando andas de aquí para allá y vas cruzándote gente, la pregunta es si esas personas se enteraron de que entraban en guerra, o de que se firmaba una paz, o de que se adjudicaba la construcción de una refinería o la explotación de un mineral. O si tenían una opinión sobre las relaciones con Libia y con Sudán. O si esperarían que algo mejorara cuando dejara de haber tanques circulando por su desierto. O si tendrían alguna razón (aparte de ganarse la vida) para pegar tiros a favor de un presidente o de su sustituto.

munición libia en el Ennedi
Hay hombres que se dejaron media vida en algún bando y con las armas en la mano. De ellos, algunos han conseguido reconvertirse en alguna otra cosa; quizá chófer, comerciante o alguna otra cosa en la capital. Hay vidas desde las que es difícil volver a ser pastor de camellos, tratante sí, pero pastor no, y siempre con las armas a mano.  Otros se quedaron en ese juego de soldaditos de papel, ni siquiera de plomo. Y para demostrar que mandan y pueden, de vez en cuando montan un desfile, militar.

Muros del cuartel de Fada. Día de desfile







En la explanada que se abre ante el cuartel y que hace de plaza mayor de Fada hay una tribuna permanente, de cemento. A las 8 de la mañana ya están sentados en ella los notables del pueblo y otras fuerzas vivas, supongo; en unas sillas de plástico, un sofá de terciopelo azul, y algún taburete. Para amenizar la espera, por los altavoces suena música africana (percusión), y frente a la tribuna y sus autoridades un soldado baila siguiendo ese ritmo. El pueblo está paralizado. El mercado no ha abierto y la gente anda por la plaza. Al cabo de un rato, la hilera de soldados, que esperaban relajados y observando a su compañero, adopta un aire marcial y se cuadran. Por la puerta del cuartel aparece un coche, que recorre  unos cincuenta metros. Baja un tipo, al que el uniforme le va muy estrecho. Un soldadito avanza hacia él con la cabeza exageradamente elevada hacia el cielo y caminando a grandes zancadas; cada vez que deja caer un pie al suelo lo hace como si quisiera hacer retumbar la tierra; solo que el suelo es de arena y el resultado es polvo y patadón torpe en vez de autoridad y aire marcial. 

El jefe después del saludo del soldadito, se sacude el uniforme y empieza a pasar revista a la tropa. A media hilera le suena el móvil; se para, lo saca del bolsillo y se pone a hablar. Al cabo de un rato aparece otro coche, más oficial, más oscuro, con lunas tintadas, rodando en el mismo desierto. Baja un tipo. Todos se cuadran, más. Saludos y parabienes. En la tribuna se ponen en pie. La música hace rato que ha cambiado a marcha militar, ¡lástima!, y nadie baila. Cuando acaba la representación, cuatro soldados cogen el sofá marrón de la tribuna y lo llevan para el cuartel. Abren los puestos del mercado y los habitantes de Fada vuelven a lo de todos los días. 
Los nómadas del Ennedi saben que cualquier día entre sus camellos y el pozo siguiente puede haber una docenas de tanques. Igual los camellos son objetivos estratégicos ¡y ellos sin enterarse!


miércoles, 8 de febrero de 2012

Elogio del minimalismo –1–



Menos es más, sí, pero andar con eslóganes posmodernos en África resulta ridículo; y Chad no es una excepción; al menos en el BET (acrónimo de Borkou-Ennedi-Tisbesti). Consumismo debe de ser un concepto desconocido entre las sociedades que habitan esa zona; de hecho, es muy probable que en lengua tubu no exista la palabra consumo.  Si nos ponemos cínicos tiene una ventaja: puedes andar por el mundo sin bolsa ni monedero.

Faya
Sin pretensiones de minimalismo se monta una gasolinera; basta con unos bidones o una estantería y algunas botellas de muestra (cuando la mayor parte dela gente no sabe leer los carteles sirven de poco). Pero la cuestión, la retahíla de cuestiones, empieza a la vista de esas botellas. ¿Cómo ha llegado un camión cisterna de gasolina hasta el corazón del desierto? ¿Para qué? ¿Pagará impuesto de carburantes o tasa de emisiones contaminantes? ¿La habrá sin plomo?
Otra veces no se trata de llenar el depósito de la motocicleta sino de prepararse para viajes más largos. Ya no hace falta poner las muestras a la vista, pero el origen de la mercancía, casi seguro que es el mismo. Al Chad la gasolina siempre ha llegado desde Libia, y la mayor parte de ella por el camino más corto, o sea, de estraperlo; o mejor, dicho, mediante sistemas precapitalistas: yo tengo una cosa (no preguntes cómo la he conseguido), tú la necesitas, nos ponemos de acuerdo en el precio y comerciamos. Sencillo y eficaz; siempre que no nos pongamos muy tiquismiquis con asuntos como el transporte seguro de mercancías peligrosas, los riesgos laborales en materias de inflamables y otras zarandajas.
tumbas en el Uadi Kessebi

Que en esta zona siempre se ha andado de aquí para allá sin echar cuentas de fronteras es un hecho constatado. Los peligros y los riesgos no se tienen en cuenta. Se viven y eso significa que un día se muere. No he conseguido hablar con nadie sobre el dolor, pero me consta que hay pocas cosas experiencias, pocos sentimientos más universales.
Tarkei 16º44' N 21º 42' E
Las pinturas rupestres siempre provocan admiración; orgullo de especie, supongo. Hay mensajes escritos en las paredes. No entiendo bien que me dicen, pero sé que esos trazos rojos resumen la vida de gente cuya vida no tenía nada que ver con la mía, salvo por el dolor, democrático e igualitario. Y sin embargo, a pesar de la semejanza, simpre hay algo que conmueve en el rastro de un ser humano que sintió la necesidad de contar lo que veía o en qué consistía su vida.

Caballeros volantes de Tarkei



domingo, 5 de febrero de 2012

Gominolas curativas

Los intentos de desenmascarar estafas en forma de terapias, timos bajo el aspecto de duros a cuatro pesetas y mentiras disfrazadas de insondable misterio son casi todos inútiles. Una de las razones es que todos tendemos a seguir a los nuestros en vez de escuchar a los otrosLa segunda razón es que en todas las sociedades hay una minoría formada e informada, ávida de conocimiento y crítica, y una mayoría (de personas buenas, no me cabe duda) acrítica, inculta (la ciencia es cultura) y con tendencia a creer en cosas que aparezcan como sobrenaturales e incomprensibles (sobrenatural = yo no lo sé; incomprensible = yo no lo comprendo). Las sociedades son así y en eso se basa su funcionamiento. Chamanes, brujos, sanadores, adivinos, astrólogos y sacerdotes, con sus respectivos misterios, sabidurías ocultas, milagros, rituales, dioses y poderes, los ha habido siempre; y seguirá habiéndolos porque es más fácil aceptar que reflexionar, y da menos problemas seguir la bola que cuestionar, y resulta más relajado creer que estudiar, y es menos angustioso vivir con certezas ajenas que con preguntas propias, y se es menos raro abriendo la boca que el cerebro. Así que la superchería no se discute; por supuesto, los que creen en una superchería la llaman fe (la de los demás sigue siendo superchería, claro). 
Por eso ante las teorías creacionistas, que sin sonrojo se exponen en un ciclo de conferencias de la Universidad de Granada1 o ante la cátedra de Homeopatía de la Universidad de Zaragozahay poco que dialogar: o crees o no; pero si no crees, por lo menos hay que presentar batalla. En esa batalla se empeñó Escépticos,un estupendo programa de televisión de la ETB que ha comprado la 2Mientras llega3ver el programa dedicado a la homeopatía da entre vergüenza ajena y una rabia que no puedes con ella, cuando un farmacéutico cae en la cuenta de que está contando mentiras, o cuando esa responsable de empresa de homeopatía le da un manotazo a su director médico para que se calle.
Nadie que crea (del verbo creer a ciegas) en la homeopatía dejará de usarla por ver un programa de televisión. En realidad, es posible que solo sirva para que los que ya sabíamos todo eso nos digamos unos a otros «¡¿ves, ves?!», pero hay que aprovechar todas las oportunidades para combatir (desenmascarar y ridiculizar) a los charlatanes. Debería hacerlo la educación (no será en esta legislatura; el ministro Wert ya ha enseñado la patita), pero los medios de comunicación (más si son públicos) pueden ir haciendo labor de zapa, ya que los Gobiernos no ponen firmes a los mentirosos —personas y empresas— que se lucran de la ignorancia y, a menudo, de la desesperación de un enfermo. Por eso el programa de José Antonio Pérez, presentado por Luis Alfonso Gámez tiene un mérito extraordinario. 
Yo voy a pasarme por la farmacia donde suelo comprar; a ver si tengo que cambiar de boticario y explicarle al mío que lo hago porque no me fío de chamanes que venden crecepelos.
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1 El ciclo de conferencias vale por créditos en diversas licenciaturas. Lo organiza un seminario creado por el rectorado y tiene entre sus objetivos "Fomentar el conocimiento, desarrollo y divulgación del pensamiento cristiano católico en el ámbito de competencia de la Universidad de Granada, como un servicio a la sociedad de nuestro tiempo"; ¡con un par!
2 La cátedra en cuestión está patrocinada por una multinacional que vende productos homeopáticos y que hace que en una facultad de medicina pública se enseñe que unos preparados que no han demostrado su acción en ningún ensayo clínico ni se someten a ningún control de la Agencia Española del Medicamento tienen propiedades terapéuticas.
3 Parece ser que La 2 pasará todos los programas de Escépticos…, excepto el de las religiones; pero para eso está Internet.