viernes, 27 de enero de 2012

Primeras letras

Hay dos Chad, por lo menos. De Yamena hacia el sur es un país de agua, tropical, caluroso, con una estación seca y otra húmeda, en el que la gente conjuga como puede el animismo ancestral con el cristianismo colonizador. Del segundo prevalecen los ritos y la teoría, y del primero, supongo, los miedos y algunas prácticas reconvertidas en costumbres sociales. Por el contrario, hacia el norte de la capital la aridez determina la vida. La carretera que sale de la ciudad no va muy lejos, apenas unos 100 km, y aun en ese espacio el sahel, seco y polvoriento, salpicado de acacias, algunas palmeras y hierbas bajas, y cuando hay gente, alguna mezquita.

Para ir hacia el Ennedi, cuando se acaba la carretera hay que seguir el valle llamado Bahar el-Gazal (a los ríos grandes, aunque estén secos, los llaman mares), primero, y dirigirse hacia el este después. Cada vez hay menos plantas y más arena, hasta que llega un momento en que solo hay arena y viento, no muy intenso, pero sí incansable. Alza los granos amarillos del suelo y los coloca en algún punto del aire, al que enturbia y vuelve ligeramente pardo, casi del mismo color que el suelo. Y cuando parece que ya no va a asomar nada vivo del suelo, vuelven unas acacias de hojas cubiertas de polvo y apretadas, y raíces rojizas clavadas en la arena con la consistencia de la piedra y no a de la madera; y los escarabajos, y las huellas de chacales y gacelas.
Aparecen viviendas aisladas, la mayoría de ellas de adobe y algunas hechas con esterillas, que se desmontan y se enrollan para irse con la música (los animales) a otra parte cuando los pastos se agotan. En el norte del Chad gran parte de la población es seminómadas; en otoño y parte del invierno están en el norte y a media que se agotan los pastos van bajando con los rebaños de cabras o camellos, por lo general; en las zonas con más pastos también se ve población sedentaria con vacas.

En algunos lugares, siempre que haya un pozo notable, se junta más gente y se forma un pueblo; si tiene escuela ya es un pueblo importante. A mis ojos es una de las ventajas de la sedentarización, pero mis ojos solo ven la superficie de la vida de esta gente. No obstante, me emociona la ilusión de los niños recitando las letras del abecedario y los números con esa cantinela universal de niños que aprenden. Y me conmueve ese orgullo con el que aprietan contra el pecho los pizarrines en los que estampan trazos todavía vacilantes. Buscan la aprobación de los adultos; creen que saben todo lo que ellos quieren aprender. Se dan codazos para ponerse delante en esa foto que una persona extraña va a hacerles.

Luego, las chicas tendrán que ir al pozo a por agua. Allí se acercan a las extranjeras y quieren verlo y tocarlo todo: las cámaras, el pelo, las gafas, la piel. Miran y cuchichean, se ríen, se acercan, preguntan el nombre… y entonces llega un tipo con bastón, gafas de sol de europeo y modales de matón y las manda a sus casas. Fin del cuento para mí. La historia interminable para ellas.   
26/12/2011

PS: En este pueblo son zawagas, una etnia diferente de la dominante tubu. La leña la vendían; Es un bien escaso y, al ritmo de natalidad de la población, es posible que se convierta en casi tan limitante como el agua.

sábado, 21 de enero de 2012

A de África


Yamena es un no lugar, a pesar de que en ese no lugar viva mucha gente. No importa que tenga una gran catedral y una gran mezquita, y un gran mercado, dos ríos y varias grandes avenidas, incluso un gran palacio presidencial, que ha desplazado un pequeño museo a las afueras. Es un no lugar, como muchas capitales africanas, creado a imagen de París pero con muy pocas semejanzas.

En Yamena no se molestaron en cambiar tras la independencia (1960) el nombre de la calle principal, que sigue siendo la avenida Charles de Gaulle; eso sí, el letrero está en árabe. Claro que no es el único rastro francés. Muchos de los restaurantes y hoteles de cierta calidad lo son, entre ellos Le Carnivore, uno de los más frecuentados por la muchachada europea y los chadianos de posibles, así como por chicas jóvenes, ataviadas con sus mejores galas, que, por lo general de dos en dos, tienen en las mesas del restaurante su oficina; los clientes lo saben, y el dueño y los camareros saben que si hoy no aparece quien pague, es mejor dar crédito y resarcirse mañana, cuando ellas acudan de nuevo al trabajo. También son franceses esos hombres y mujeres de aire desenfadado, que todo el mundo sabe que  son de la Legión Extranjera; empezaron protegiendo la colonia, se quedaron para estabilizar la excolonia y han acabado acudiendo a la llamada del presidente de turno que se vea acosado por opositores.  No es la único conexión francesa; los chadianos que pueden tienen cuentas en bancos franceses, que ya se sabe que la inestabilidad política estropea mucho los billetes.

A los ríos no les hace caso casi nadie. El Logone ni cuenta y la mayor gloria del Chari es darle nombre a la cerveza nacional. Atraviesa la ciudad como las avenidas, sin dar lugar a nada que se parezca a una urbe. Todo es disperso y polvoriento en Yamena, donde entre franceses y chadianos, se van abriendo paso, como en toda África, los indios y los chinos. ¿Cómo se le ocurre a un chino que emigrar a Chad y poner un negocio (restaurante, hotel, tienda) en Yamena es una posibilidad de mejorar su vida? Debe de ser la versión globalizada del misterio exótico de África. Claro que a los chinos no les extrañará ese espacio mastodóntico y  desolado destinado a las manifestaciones incondicionales de amor a la patria y a su dueño presidente.  Entre el maoísmo ideológico y el estalinismo arquitectónico, la plaza se extiende bajo un sol que ya en diciembre aplasta los cerebros.

Para recuperar la África real, hay que llegar al mercado, ordenado por productos, bien surtido de las cosas más inverosímiles junto a las cotidianas e imprescindibles: pan, carcadé, hortalizas, carne, pescado seco, chanclas, telas, DVD, CD del Corán, maletas, potingues para el pelo, productos de limpieza e higiene, píldoras y cápsulas a granel, mantas, tarjetas de recarga de móviles por todas partes, libretas y bolis, más carne, más cebollas, más gombó, más ajos, más chanclas, más jabones, más aspirinas, rnás maletas, carros acelerados por estrechos callejones, ... Y cuando toca rezar, a rezar. Todo con bastante calma, al borde de la indolencia,quizá con la certeza de que nada cambiará hagan lo que hagan; casi nada depende de ellos.

Es posible que Yamena tenga cierto encanto; pero si alguien tiene que quedarse varios días en ella, recomiendo localizar pronto el Meridien para ir a pasar las tardes contemplando el Chari con una cerveza homónima en la mano; me temo que se necesiten un par de horas diarias en tal situación para darle cierto sosiego al espíritu tras una cuantas jornadas en ese no lugar que ejerce de capital del Chad. Esos atardeceres, junto con las mañanas en el mercado y las noches en Le Carnivore son un retrato impresionista —simple y delgado, cierto— de muchas capitales en las que nadie asocia una A de más o de menos a Standard ni a Poors ni a Finch ni a Moody’s sino a todo un continente.

PS: Una manera de darle emoción a la estancia en Yamena es hacer fotos; si no andas con ojo, no tardarás mucho en estar discutiendo con alguien o en comisaría.