sábado, 1 de septiembre de 2012

Pan con pan, comida de listos




Hace tiempo que no cuento nada aquí; y no sé si volveré a este lugar. La razón es que el maldito tiempo da para lo que da, y no es mucho. Y el tiempo que invertía aquí, estoy dedicándolo a otro sitio donde se cuenta el mundo árabe: AISHEse bocado de pan árabe hoy cumple un año; un año de esfuerzos y de satisfacciones. La explicación de cómo la celebramos se la robo a la gran Laura Casielles.

Hoy, AISH alcanza su primer cumpleaños: vamos, que ya gatea con destreza y está, casi, casi, listo para andar solito ;). Y hemos decidido celebrarlo como sabemos: escribiendo. Lanzamos un especial en el que os contamos algunas cosas que nos importan sobre este proceso.
  • - Carla Fibla, fundadora del asunto, escribe sobre como el pan que había amasado tomó vida y echó a andar, y se convirtió, quizá, en otra cosa. 
  • - Pilar Comín, jefa de correctores, poli mala del equipo, saca ternura y nos pone rostro
  • - Laila Chukair resume un año de noticias en dos folios de excelente condensación de contenidos: ¡la chuleta perfecta de lo que os habéis perdido por no seguirnos con constancia! ;)
  • - Jordi Comins explica explica por qué, en estos tiempos en que pasan tantas cosas en nuestras propias casas, nos parece de interés preguntarnos qué le ocurre al vecino. 
  • - María Blanco resucita el drama de Babel para contar en cuatro idiomas nuestras peleas con cada uno de ellos. 
  • - A mí me tocaba un texto sobre nuestros contenidos, pero creo que acabé hablando sobre el tipo de periodismo que queremos intentar. 
  • - Y, para nuestra gran alegría, Santiago Alba Rico inaugura una pequeña sección en la que a lo largo de los próximos meses pediremos a algunos expertos que admiramos que nos respondan a la pregunta que mueve esta rueda de AISH: “ ¿Por qué es importante escuchar a los árabes y darles la palabra?”
Así que nada: como quien abre las puertas de la casa, os contamos un poco más sobre nosotros. ¡Sentíos libres para repetirlo a los cuatro vientos! Toda ayuda en la difusión será bienvenida :)
Porque, claro, nadie hace pan para que no se coma.
Nosotros ya estamos preparándonos, con muchas ganas, para el año 2.
Pero solo tendrá sentido si seguís ahí detrás, leyéndonos, acompañándonos, pidiendo más pan. 
Os esperamos. ¡Feliz cumpleaños!


martes, 27 de marzo de 2012

Menos que pobres



Es difícil imaginar mayor pobreza que arañar la tierra con las manos para sacarle algo que comer. Y sin embargo, hay algún otro grado más de miseria: arañarla para coger la propia tierra.
En el norte del Chad, donde acaba la depresión de Mourdi, hay un pueblo llamado Demi. A 18° 45' 59,81" N, 21° 40' 0,02" E, según dice Google Earth, que no da señal de que haya casas ni gente allí. Pero hay de las dos cosas. Al llegar, nos rodean una cincuentena de personas entre mujeres y niños (ningún hombre). Intentan vender  lo que tienen, un imperdible, un aro metálico, poco más. No dicen nada. Una mujer tiene diarrea, otra estreñimiento, un niño parece afectado por la tiña, ninguno está bien alimentado. Están entre los que no se han contado para ningún censo porque no cuentan para nada.

Durante unos meses se desplazan a la salina de Teguedei se instalan entre las palmeras y sacan sal del lago. El resto del año vuelven a donde tienen sus casas, donde la tierra está mezclada con sal. La recogen con las manos. No sé quién, supongo que alguno de los hombres, de vez en cuando, va a algún sitio, no sé cómo, a vender esa tierra y con lo que le den debe de comprar grano y quizá algo de ropa. Eso y dátiles secos es lo que comerán. En Demi no se cultiva nada, no parece que haya ningún animal, no hay ninguna planta que de un fruto comestible; no hay tienda alguna ni servicios de ningún tipo. Del pozo sacan el agua salobre que beben.

Es sobrecogedor imaginar esas vidas. No llegan ni a pobres. Parece el lugar, el instante anterior a morir. Nacer en Demi es no tener ninguna opción de que haya un día mejor que los pasados ni capacidad alguna de elegir algo en tu vida —ni en tu muerte—  ni de ir a ningún sitio ni de cambiar nada. Da miedo ver en qué puede consistir la vida.


sábado, 10 de marzo de 2012

Agua: tener o no tener


Tienda-pozo en Unianga Kabir (Chad)
En los últimos días han salido publicadas declaraciones de los funcionarios de la ONU que afirman que entre 1990 y 2010, más de dos mil millones de personas obtuvieron acceso a fuentes mejoradas de agua potable, (suministro mediante tuberías o pozos protegidos), que a finales de 2010 el 89 % de la población mundial utilizaba fuentes mejoradas de agua potable y que en 2015 ese porcentaje sea el 92 %. Y yo no me lo creo. No sé a qué viene la propaganda de los funcionarios de la ONU (o si lo sé) pero para dar esa cifra (89 %, no 87 ni 90) hay que tener datos muy fiables y eso requeriría un muestreo que dudo que hayan hecho. Claro que dan ejemplos de Namibia, cuya población es de poco más de dos millones de habitantes, según datos recientes, cifra que contrasta con los más de once millones del Chad, según dice un censo de 2009 que vaya usted a saber cómo se elaboró.

Pozo Bechiké (Chad)
En Chad, solo un ejemplo si bien representativo de muchos países de África la situación es muy parecida, apenas hay carreteras, buena parte de la población es nómada o trashumante y las estructuras políticas y administrativas del país no están para censos, y menos para saber cuánta gente no bebe agua en condiciones. Pero a poco que des un par de vueltas por el país es evidente que no hay tuberías ni pozos protegidos ni control de calidad del agua. El milagro es tener agua; de hecho, la vida gira en torno a los pozos; eso significa que se planta la vivienda cerca de alguno o se camina en busca del siguiente.
Asentamiento estable en una fuente del uadi Bechiké

Otra información (de Médicos sin Fronteras y que, probablemente, adolece del mismo escaso rigor en la recolección de datos) es que la primera causa de muerte en el mundo son las infecciones gastrointestinales, cuya casusa es el consumo de agua no potable. Sé que soy arbitraria (y demagoga y exagerada) pero este dato sí me lo creo; será porque lo he visto. Lo he vistió en Chad, y en el Congo y en Ghana y en Yemen y en Mauritania, y en Burkina Faso y… Se bebe el agua que se tiene a mano, y los animales, si tienen la suerte de tenerlos, beben cerca. La ropa se lava en el mismo sitio. Las personas se bañan. Los excrementos también van allí. Y el mismo entrante del río sirve para coger el agua con la que se riegan los cultivos, si se tiene la suerte de tenerlos.
Preparando el viaje en el pozo Bechiké (Chad)

Tener o no tener acceso a agua es la diferencia entre la vida y la muerte para muchas personas. Yo no sé cuántas, pero sí sé que nadie lo sabe. No están en ningún censo. No hay un registro en los pozos por los que pasan. No se apuntan los niños que nacen al lado de los camellos ni las mujeres que mueren de parto; nadie más que su marido y sus hijos se enteran de que han muerto. Nadie ha escrito el nombre de esas dos niñas que llenaban las yerbas, que ahora suelen hacer de cámaras de neumáticos en vez de pellejos de cabra. Todas esas personas que viven en el desierto, o en las selvas o en el sahel, que no piden ni apenas consumen, no se cuentan; porque no cuentan para nada.


domingo, 26 de febrero de 2012

¡Qué arte!


Las Brecas. Ana (de espaldas) y Rocío López Segovia

Un tipo hecho y derecho, médico, profesor o notario se transforma durante diez días en un bufón. Se disfraza de algún personaje hilarante, se pone una peluca, se pinta un par de círculos rojos en los mofletes, se cuelga un pito y se lanza a la calle, con unos compañeros igual de serios. Y así van cantando por las esquinas, sin más intención que pasarlo bien, divertir a la gente y demostrar su ingenio. Son los carnavales de Cádiz. Se han pasado días y días escribiendo músicas y letras, que son un prodigio de la rima y la sorna; e ideando un tipo (una concepto más cercano a la caracterización teatral que al disfraz) en el que la imaginación y el ingenio son más importantes que los medios. Así, una caja de galletas con un tablero de parchís se convierten en un bonete de graduación universitaria, uno estropajos resultan perfectos adornos de un traje militar, dos botellas de litro y medio de refresco hacen un submarinista y con un trozo de espuma y una tela rosa con lentejuelas  un mujer se transforma en una breca.

El Llanito Solitario; un romancero de Gibraltar

Todo ese esfuerzo  está destinado a sacarle punta a los temas más candentes o a contar con ironía una historia inventada. El objetivo es que el público se ría, pero se equivoca quien piense que todo va de cachondeo. Los gaditanos se toman muy en serio los carnavales, de modo que las risas contrastan con el silencio reverencial que guardan los espectadores de cualquier chirigota, comparsa o romancero; y cuando no es así, siempre hay un amo’scushá que reconviene, con tanta gracia como firmeza, a quien no muestra el debido respeto por la comparsa y por el público. Entre chirigota, un vasito aquí o una cervecita allá, y a buscar la siguiente comparsa. Nunca se sabe en qué esquina cantan ni a qué hora, que para eso se llaman chirigotas ilegales; quizá muchas están menos preparadas que las comparsas del teatro Falla, pero la frescura de la calle suple las eventuales deficiencias.  Y a pesar del mucho manzanilla y la mucha cerveza que se trasiegan y de la cantidad de gente, es impresionante ver cómo avanzan las noches sin empujones ni broncas.
Era inevitable que Urdangarin, la crisis y el naufragio del Costa Concordia fueran los temas estrella, porque una chirigota de calle te hace en media hora editoriales más certeros que muchos periódicos. Pero tampoco iba a escaparse un tipo llamado Cayetano Martínez de Irujo, entre cuyos méritos está montar a caballo (parece ser que no muy allá), tener título nobiliario y ser hijo de su madre, la duquesa de Alba, que como posee una cantidad ingente (indecente) de tierras, se hace con una enorme cantidad de dinero en concepto de subvenciones a la agricultura. Señoritos de toda la vida, el niño opina  que los andaluces son unos vagos y que no tienen ánimo de progresar. Como era de esperar, le han salido chirigotas por todas las esquinas de Cádiz; lógico: trabaja más un chirigotero preparando los cuplés que el tipo ese en toda su vida, y con bastante más arte, porque el señor marqués de Salvatierra (mira tú lo que ha progresado él para ser marqués) es un rato lacio, que hasta para insultar hay que tener gracia.  
El señorito está acostumbrado a la prensa rosa, a elegir en cuál de los palacios de su mamá va a vivir y a manejar pasta larga, pero no tendrá en su vida ni el ingenio ni el arte de rimar dos coplas, ¡como para hacer análisis sociológicos con sentido! Sus juicios zafios y chapuceros son especialmente sangrantes en Cádiz, donde la tasa de paro, una de las más altas de España, supera el 30 % (sí, claro que hay economía sumergida). A la ruina de los astilleros se va sumando el de la pesca, y el turismo no es suficiente para remontar; así que con el trabajo, pocas bromas, aunque se rían de todo y sean felices con unas papas aliñás. Les queda el carnaval; mejor que los japoneses no lo entiendan o se lo esquilmaran a los gaditanos como los atunes.


PS: Hay una antología excelente de chirigotas en http://www.youtube.com/user/vivacai?feature=watch. Y si se sigue buscando por youtube se encuentran joyas,entre ellas algunas de  comparsas memorables del concurso oficial, como http://www.youtube.com/watch?v=LtrRCTx_KY8. 

viernes, 17 de febrero de 2012

¡Quéjate de los controles del aeropuerto!


Estación de autobuses de Kalait
En desierto del Chad el movimiento es constante. Es raro pasar una mañana entera sin ver gente que va y que viene; en burro, en camello, andando…, y en esos camiones que atraviesan el Sahara cargados de cosas y de personas. Viajes inciertos y extraños. ¡Quién sabe lo que puede haber bajo las lonas! No hay taquilla para comprar los billetes, no hay número de asiento; de hecho, no hay asiento. No hay paradas establecidas ni hora de llegada. De hecho, no hay día de llegada. Uno de esos camiones quieto en la arena puede indicar un descanso en la marcha o  una parada de varios días. Las averías fáciles se arreglan sobre la marcha, con una rama de acacia, que cortada a medida hace de palier, o con trapos impregnados de aceite que actúan de elemento de unión entre lo que sea.

Ruta de los camiones en el erg de Yurab
Puede ocurrir que el camión se detenga varios días si se necesita una pieza de repuesto, hasta que pase alguien que la proporcione. Es mejor no buscarle sentido con un cerebro europeo; siempre acaba pasando alguien, y, además, ahora con los móviles ha mejorado mucho la cosa porque pueden llamar al pueblo más cercano para que el siguiente camión que vaya a pasar coja la pieza (o algo parecido) en algún pueblo y se la lleve al averiado; así solo serán un par de días en medio de la nada. Ni siquiera tiene que ver con la paciencia; es solo que la vida es así.

Llegada (o partida) de Unanga Kebir
La gente se sienta o se tumba y espera. No hacen nada más, esperan. Alguien debe de llevar agua, alguien debe de llevar comida, o no comen; quizá algún té, dormir por la noche y esperar. Se contarán la vida, supongo, o no, yo qué sé. Nadie se queja, porque nadie espera nada, excepto llegar, cuando sea, a algún sitio, quizá con algún fin.  


domingo, 12 de febrero de 2012

Guerras o camellos



Anagrama del partido del Gbierno
La historia (reciente) del Chad es parecida a la de todos los países subsaharianos. Tras la independencia se enfrentan diversos grupos étnicos y gana uno de ellos (los tubus). Con la ayuda francesa organizan un engendro que quiere parecer un Estado. Al cabo de poco, alguien quiere ser presidente, y quien ya lo es no está de acuerdo; así que se van sucediendo golpes de Estado —en el mejor de los casos— o guerras —en el peor—. Mientras, puede que haya algún conflicto más o menos violento con países vecinos. Al mismo tiempo diversos países europeos intentar sentar sus reales en el país africano y hacerse con todo los recursos que puedan (a lo cual  ayudan con gusto los poderes nacionales); desde hace unos años, a los europeos se añaden los chinos y, en muchos casos, Irán y Arabia Saudí. De todo eso, la mayoría de la población no se entera (caso óptimo) o le cae el sufrimiento, el dolor, más pobreza y menos esperanzas (caso más habitual). Fin de la historia.   
tanque libio abandonado en el Ennedi
Eso es lo que sale en las enciclopedias, en los periódicos y la descripción que solemos hacer de un país africano. Pero cuando andas de aquí para allá y vas cruzándote gente, la pregunta es si esas personas se enteraron de que entraban en guerra, o de que se firmaba una paz, o de que se adjudicaba la construcción de una refinería o la explotación de un mineral. O si tenían una opinión sobre las relaciones con Libia y con Sudán. O si esperarían que algo mejorara cuando dejara de haber tanques circulando por su desierto. O si tendrían alguna razón (aparte de ganarse la vida) para pegar tiros a favor de un presidente o de su sustituto.

munición libia en el Ennedi
Hay hombres que se dejaron media vida en algún bando y con las armas en la mano. De ellos, algunos han conseguido reconvertirse en alguna otra cosa; quizá chófer, comerciante o alguna otra cosa en la capital. Hay vidas desde las que es difícil volver a ser pastor de camellos, tratante sí, pero pastor no, y siempre con las armas a mano.  Otros se quedaron en ese juego de soldaditos de papel, ni siquiera de plomo. Y para demostrar que mandan y pueden, de vez en cuando montan un desfile, militar.

Muros del cuartel de Fada. Día de desfile







En la explanada que se abre ante el cuartel y que hace de plaza mayor de Fada hay una tribuna permanente, de cemento. A las 8 de la mañana ya están sentados en ella los notables del pueblo y otras fuerzas vivas, supongo; en unas sillas de plástico, un sofá de terciopelo azul, y algún taburete. Para amenizar la espera, por los altavoces suena música africana (percusión), y frente a la tribuna y sus autoridades un soldado baila siguiendo ese ritmo. El pueblo está paralizado. El mercado no ha abierto y la gente anda por la plaza. Al cabo de un rato, la hilera de soldados, que esperaban relajados y observando a su compañero, adopta un aire marcial y se cuadran. Por la puerta del cuartel aparece un coche, que recorre  unos cincuenta metros. Baja un tipo, al que el uniforme le va muy estrecho. Un soldadito avanza hacia él con la cabeza exageradamente elevada hacia el cielo y caminando a grandes zancadas; cada vez que deja caer un pie al suelo lo hace como si quisiera hacer retumbar la tierra; solo que el suelo es de arena y el resultado es polvo y patadón torpe en vez de autoridad y aire marcial. 

El jefe después del saludo del soldadito, se sacude el uniforme y empieza a pasar revista a la tropa. A media hilera le suena el móvil; se para, lo saca del bolsillo y se pone a hablar. Al cabo de un rato aparece otro coche, más oficial, más oscuro, con lunas tintadas, rodando en el mismo desierto. Baja un tipo. Todos se cuadran, más. Saludos y parabienes. En la tribuna se ponen en pie. La música hace rato que ha cambiado a marcha militar, ¡lástima!, y nadie baila. Cuando acaba la representación, cuatro soldados cogen el sofá marrón de la tribuna y lo llevan para el cuartel. Abren los puestos del mercado y los habitantes de Fada vuelven a lo de todos los días. 
Los nómadas del Ennedi saben que cualquier día entre sus camellos y el pozo siguiente puede haber una docenas de tanques. Igual los camellos son objetivos estratégicos ¡y ellos sin enterarse!


miércoles, 8 de febrero de 2012

Elogio del minimalismo –1–



Menos es más, sí, pero andar con eslóganes posmodernos en África resulta ridículo; y Chad no es una excepción; al menos en el BET (acrónimo de Borkou-Ennedi-Tisbesti). Consumismo debe de ser un concepto desconocido entre las sociedades que habitan esa zona; de hecho, es muy probable que en lengua tubu no exista la palabra consumo.  Si nos ponemos cínicos tiene una ventaja: puedes andar por el mundo sin bolsa ni monedero.

Faya
Sin pretensiones de minimalismo se monta una gasolinera; basta con unos bidones o una estantería y algunas botellas de muestra (cuando la mayor parte dela gente no sabe leer los carteles sirven de poco). Pero la cuestión, la retahíla de cuestiones, empieza a la vista de esas botellas. ¿Cómo ha llegado un camión cisterna de gasolina hasta el corazón del desierto? ¿Para qué? ¿Pagará impuesto de carburantes o tasa de emisiones contaminantes? ¿La habrá sin plomo?
Otra veces no se trata de llenar el depósito de la motocicleta sino de prepararse para viajes más largos. Ya no hace falta poner las muestras a la vista, pero el origen de la mercancía, casi seguro que es el mismo. Al Chad la gasolina siempre ha llegado desde Libia, y la mayor parte de ella por el camino más corto, o sea, de estraperlo; o mejor, dicho, mediante sistemas precapitalistas: yo tengo una cosa (no preguntes cómo la he conseguido), tú la necesitas, nos ponemos de acuerdo en el precio y comerciamos. Sencillo y eficaz; siempre que no nos pongamos muy tiquismiquis con asuntos como el transporte seguro de mercancías peligrosas, los riesgos laborales en materias de inflamables y otras zarandajas.
tumbas en el Uadi Kessebi

Que en esta zona siempre se ha andado de aquí para allá sin echar cuentas de fronteras es un hecho constatado. Los peligros y los riesgos no se tienen en cuenta. Se viven y eso significa que un día se muere. No he conseguido hablar con nadie sobre el dolor, pero me consta que hay pocas cosas experiencias, pocos sentimientos más universales.
Tarkei 16º44' N 21º 42' E
Las pinturas rupestres siempre provocan admiración; orgullo de especie, supongo. Hay mensajes escritos en las paredes. No entiendo bien que me dicen, pero sé que esos trazos rojos resumen la vida de gente cuya vida no tenía nada que ver con la mía, salvo por el dolor, democrático e igualitario. Y sin embargo, a pesar de la semejanza, simpre hay algo que conmueve en el rastro de un ser humano que sintió la necesidad de contar lo que veía o en qué consistía su vida.

Caballeros volantes de Tarkei



domingo, 5 de febrero de 2012

Gominolas curativas

Los intentos de desenmascarar estafas en forma de terapias, timos bajo el aspecto de duros a cuatro pesetas y mentiras disfrazadas de insondable misterio son casi todos inútiles. Una de las razones es que todos tendemos a seguir a los nuestros en vez de escuchar a los otrosLa segunda razón es que en todas las sociedades hay una minoría formada e informada, ávida de conocimiento y crítica, y una mayoría (de personas buenas, no me cabe duda) acrítica, inculta (la ciencia es cultura) y con tendencia a creer en cosas que aparezcan como sobrenaturales e incomprensibles (sobrenatural = yo no lo sé; incomprensible = yo no lo comprendo). Las sociedades son así y en eso se basa su funcionamiento. Chamanes, brujos, sanadores, adivinos, astrólogos y sacerdotes, con sus respectivos misterios, sabidurías ocultas, milagros, rituales, dioses y poderes, los ha habido siempre; y seguirá habiéndolos porque es más fácil aceptar que reflexionar, y da menos problemas seguir la bola que cuestionar, y resulta más relajado creer que estudiar, y es menos angustioso vivir con certezas ajenas que con preguntas propias, y se es menos raro abriendo la boca que el cerebro. Así que la superchería no se discute; por supuesto, los que creen en una superchería la llaman fe (la de los demás sigue siendo superchería, claro). 
Por eso ante las teorías creacionistas, que sin sonrojo se exponen en un ciclo de conferencias de la Universidad de Granada1 o ante la cátedra de Homeopatía de la Universidad de Zaragozahay poco que dialogar: o crees o no; pero si no crees, por lo menos hay que presentar batalla. En esa batalla se empeñó Escépticos,un estupendo programa de televisión de la ETB que ha comprado la 2Mientras llega3ver el programa dedicado a la homeopatía da entre vergüenza ajena y una rabia que no puedes con ella, cuando un farmacéutico cae en la cuenta de que está contando mentiras, o cuando esa responsable de empresa de homeopatía le da un manotazo a su director médico para que se calle.
Nadie que crea (del verbo creer a ciegas) en la homeopatía dejará de usarla por ver un programa de televisión. En realidad, es posible que solo sirva para que los que ya sabíamos todo eso nos digamos unos a otros «¡¿ves, ves?!», pero hay que aprovechar todas las oportunidades para combatir (desenmascarar y ridiculizar) a los charlatanes. Debería hacerlo la educación (no será en esta legislatura; el ministro Wert ya ha enseñado la patita), pero los medios de comunicación (más si son públicos) pueden ir haciendo labor de zapa, ya que los Gobiernos no ponen firmes a los mentirosos —personas y empresas— que se lucran de la ignorancia y, a menudo, de la desesperación de un enfermo. Por eso el programa de José Antonio Pérez, presentado por Luis Alfonso Gámez tiene un mérito extraordinario. 
Yo voy a pasarme por la farmacia donde suelo comprar; a ver si tengo que cambiar de boticario y explicarle al mío que lo hago porque no me fío de chamanes que venden crecepelos.
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1 El ciclo de conferencias vale por créditos en diversas licenciaturas. Lo organiza un seminario creado por el rectorado y tiene entre sus objetivos "Fomentar el conocimiento, desarrollo y divulgación del pensamiento cristiano católico en el ámbito de competencia de la Universidad de Granada, como un servicio a la sociedad de nuestro tiempo"; ¡con un par!
2 La cátedra en cuestión está patrocinada por una multinacional que vende productos homeopáticos y que hace que en una facultad de medicina pública se enseñe que unos preparados que no han demostrado su acción en ningún ensayo clínico ni se someten a ningún control de la Agencia Española del Medicamento tienen propiedades terapéuticas.
3 Parece ser que La 2 pasará todos los programas de Escépticos…, excepto el de las religiones; pero para eso está Internet.


viernes, 27 de enero de 2012

Primeras letras

Hay dos Chad, por lo menos. De Yamena hacia el sur es un país de agua, tropical, caluroso, con una estación seca y otra húmeda, en el que la gente conjuga como puede el animismo ancestral con el cristianismo colonizador. Del segundo prevalecen los ritos y la teoría, y del primero, supongo, los miedos y algunas prácticas reconvertidas en costumbres sociales. Por el contrario, hacia el norte de la capital la aridez determina la vida. La carretera que sale de la ciudad no va muy lejos, apenas unos 100 km, y aun en ese espacio el sahel, seco y polvoriento, salpicado de acacias, algunas palmeras y hierbas bajas, y cuando hay gente, alguna mezquita.

Para ir hacia el Ennedi, cuando se acaba la carretera hay que seguir el valle llamado Bahar el-Gazal (a los ríos grandes, aunque estén secos, los llaman mares), primero, y dirigirse hacia el este después. Cada vez hay menos plantas y más arena, hasta que llega un momento en que solo hay arena y viento, no muy intenso, pero sí incansable. Alza los granos amarillos del suelo y los coloca en algún punto del aire, al que enturbia y vuelve ligeramente pardo, casi del mismo color que el suelo. Y cuando parece que ya no va a asomar nada vivo del suelo, vuelven unas acacias de hojas cubiertas de polvo y apretadas, y raíces rojizas clavadas en la arena con la consistencia de la piedra y no a de la madera; y los escarabajos, y las huellas de chacales y gacelas.
Aparecen viviendas aisladas, la mayoría de ellas de adobe y algunas hechas con esterillas, que se desmontan y se enrollan para irse con la música (los animales) a otra parte cuando los pastos se agotan. En el norte del Chad gran parte de la población es seminómadas; en otoño y parte del invierno están en el norte y a media que se agotan los pastos van bajando con los rebaños de cabras o camellos, por lo general; en las zonas con más pastos también se ve población sedentaria con vacas.

En algunos lugares, siempre que haya un pozo notable, se junta más gente y se forma un pueblo; si tiene escuela ya es un pueblo importante. A mis ojos es una de las ventajas de la sedentarización, pero mis ojos solo ven la superficie de la vida de esta gente. No obstante, me emociona la ilusión de los niños recitando las letras del abecedario y los números con esa cantinela universal de niños que aprenden. Y me conmueve ese orgullo con el que aprietan contra el pecho los pizarrines en los que estampan trazos todavía vacilantes. Buscan la aprobación de los adultos; creen que saben todo lo que ellos quieren aprender. Se dan codazos para ponerse delante en esa foto que una persona extraña va a hacerles.

Luego, las chicas tendrán que ir al pozo a por agua. Allí se acercan a las extranjeras y quieren verlo y tocarlo todo: las cámaras, el pelo, las gafas, la piel. Miran y cuchichean, se ríen, se acercan, preguntan el nombre… y entonces llega un tipo con bastón, gafas de sol de europeo y modales de matón y las manda a sus casas. Fin del cuento para mí. La historia interminable para ellas.   
26/12/2011

PS: En este pueblo son zawagas, una etnia diferente de la dominante tubu. La leña la vendían; Es un bien escaso y, al ritmo de natalidad de la población, es posible que se convierta en casi tan limitante como el agua.

sábado, 21 de enero de 2012

A de África


Yamena es un no lugar, a pesar de que en ese no lugar viva mucha gente. No importa que tenga una gran catedral y una gran mezquita, y un gran mercado, dos ríos y varias grandes avenidas, incluso un gran palacio presidencial, que ha desplazado un pequeño museo a las afueras. Es un no lugar, como muchas capitales africanas, creado a imagen de París pero con muy pocas semejanzas.

En Yamena no se molestaron en cambiar tras la independencia (1960) el nombre de la calle principal, que sigue siendo la avenida Charles de Gaulle; eso sí, el letrero está en árabe. Claro que no es el único rastro francés. Muchos de los restaurantes y hoteles de cierta calidad lo son, entre ellos Le Carnivore, uno de los más frecuentados por la muchachada europea y los chadianos de posibles, así como por chicas jóvenes, ataviadas con sus mejores galas, que, por lo general de dos en dos, tienen en las mesas del restaurante su oficina; los clientes lo saben, y el dueño y los camareros saben que si hoy no aparece quien pague, es mejor dar crédito y resarcirse mañana, cuando ellas acudan de nuevo al trabajo. También son franceses esos hombres y mujeres de aire desenfadado, que todo el mundo sabe que  son de la Legión Extranjera; empezaron protegiendo la colonia, se quedaron para estabilizar la excolonia y han acabado acudiendo a la llamada del presidente de turno que se vea acosado por opositores.  No es la único conexión francesa; los chadianos que pueden tienen cuentas en bancos franceses, que ya se sabe que la inestabilidad política estropea mucho los billetes.

A los ríos no les hace caso casi nadie. El Logone ni cuenta y la mayor gloria del Chari es darle nombre a la cerveza nacional. Atraviesa la ciudad como las avenidas, sin dar lugar a nada que se parezca a una urbe. Todo es disperso y polvoriento en Yamena, donde entre franceses y chadianos, se van abriendo paso, como en toda África, los indios y los chinos. ¿Cómo se le ocurre a un chino que emigrar a Chad y poner un negocio (restaurante, hotel, tienda) en Yamena es una posibilidad de mejorar su vida? Debe de ser la versión globalizada del misterio exótico de África. Claro que a los chinos no les extrañará ese espacio mastodóntico y  desolado destinado a las manifestaciones incondicionales de amor a la patria y a su dueño presidente.  Entre el maoísmo ideológico y el estalinismo arquitectónico, la plaza se extiende bajo un sol que ya en diciembre aplasta los cerebros.

Para recuperar la África real, hay que llegar al mercado, ordenado por productos, bien surtido de las cosas más inverosímiles junto a las cotidianas e imprescindibles: pan, carcadé, hortalizas, carne, pescado seco, chanclas, telas, DVD, CD del Corán, maletas, potingues para el pelo, productos de limpieza e higiene, píldoras y cápsulas a granel, mantas, tarjetas de recarga de móviles por todas partes, libretas y bolis, más carne, más cebollas, más gombó, más ajos, más chanclas, más jabones, más aspirinas, rnás maletas, carros acelerados por estrechos callejones, ... Y cuando toca rezar, a rezar. Todo con bastante calma, al borde de la indolencia,quizá con la certeza de que nada cambiará hagan lo que hagan; casi nada depende de ellos.

Es posible que Yamena tenga cierto encanto; pero si alguien tiene que quedarse varios días en ella, recomiendo localizar pronto el Meridien para ir a pasar las tardes contemplando el Chari con una cerveza homónima en la mano; me temo que se necesiten un par de horas diarias en tal situación para darle cierto sosiego al espíritu tras una cuantas jornadas en ese no lugar que ejerce de capital del Chad. Esos atardeceres, junto con las mañanas en el mercado y las noches en Le Carnivore son un retrato impresionista —simple y delgado, cierto— de muchas capitales en las que nadie asocia una A de más o de menos a Standard ni a Poors ni a Finch ni a Moody’s sino a todo un continente.

PS: Una manera de darle emoción a la estancia en Yamena es hacer fotos; si no andas con ojo, no tardarás mucho en estar discutiendo con alguien o en comisaría.