domingo, 27 de marzo de 2011

Cerebros (lipo)succionados


Una tarde noche de viernes. Una pareja en la treintena. Él camina a zancadas largas un poco por delante  y va dice: “Corre, que llegamos tarde”. Ella, detrás, responde “pues yo no puedo ir más deprisa”, mientras camina con pasos cortos, casi a saltitos, en un equilibrio muy inestable que pone de manifiesto que la muchacha tiene unos tobillos y unas rodillas de acero.

Es una imagen común. Hombres con camisa o camiseta, vaqueros, chupa o americana, deportivas, todo normal y cómodo. A su lado, mujeres con zapatos de tacón altísimo, anticipo de inevitables juanetes; faldas que dificultan el paso, vestidos de tirantes en invierno, la uñas, la cara y el pelo denotan horas de la vida dedicadas a ser más algo que los demás; o en muchos casos, los ahorros o un crédito consagrados a poner trozos de carne que no tenía o a quitar otros que creía sobrantes.

Este vídeo (en Periodismo Humano) analiza el papel del cuerpo femenino en la televisión italiana. Me temo que la estupidez no esté tan limitada. Esa berlusconización de la mujer ha trascendido la televisión y las fronteras italianas. Da lo mismo si es un programa de humor, un concurso o una tertulia, y es igual si salen al cine y a comerse una hamburguesa o si se trata de una fiesta de famosos; el aspecto de las mujeres se parece cada vez más a esa estética de puticlub: que se marquen ojos felinos, que brillen los labios carnosos, que aparezca el borde de los senos por el escote, que el pelo se agite, que el culo quede respingón, que los muslos se marquen… y ellos con camiseta y zapatillas, tan cómodos.

PS: El asunto lo remata la diferente consideración de la edad en ellos y ellas; aunque encalabrina, de tan obvio que es, aburre.

lunes, 21 de marzo de 2011

Egipcios - y 4-



De todos esos egipcios históricos he ido acordándome a medida que se sucedían hechos  asombrosos (he visto cosas que vosotros no creeríais). Pero hay dos personas de volvían a mi memoria una y otra vez.

Farid  debe de tener alrededor de 45 años, y quizá algún hijo más del que tenía cuando lo conocí. Profesor de árabe, uno de esos egipcios orgullosos de su pasado, del remoto y del cercano, discutidor, de los que heredaron del periodo del renacimiento árabe (el primero, la nahda, porque quizá este sea el segundo) la pasión por opinar y conocer las opiniones de los demás, y la devoción por la prensa y los intelectuales, y el dolor de no ser lo que podrían ser. En la clase de lengua de los medios de comunicación se soltaba y se divertía. El primer día de clase nos hizo entender que Mubarak era un tirano y su hijo Gamal, un sinvergüenza. Ese día yo aprendí dos palabras nuevas: nacionalización y orgullo; y nos dio para trabajar un artículo del periódico de la oposición que hablaba de un preso preventivo acusado de injurias al presidente. Empezaba a opinar sobre cualquier cosa y cuando quería indicar que lo siguiente no se podía decir se ponía las manos cruzadas sobre la boca y hacía como el que se empeña sin éxito en abrir la boca. Otras veces dejaba una frase a medias y se pasaba el índice por el cuello,  con ese gesto que todo el mundo entiende como una ejecución. Y así, entre risas y gestos, nos contaba la historia de Egipto y diseccionaba los intríngulis políticos. Debe de estar feliz.

El otro es Zakaria Ibrahim. No sé si es el fundador, pero desde luego, sí el ideólogo de at-tanbura. Tocaban (tocan) los miércoles por la noche en un café de Port Said (en realidad, en  Port Fuad que es la parte de la ciudad que queda al otro lado del canal de Suez). A lo largo de, al menos, tres horas iban subiendo y bajando hombres al escenario. Se añadían a una canción o empezaban una nueva, a cantar o a bailar. Se reían, hacia bromas, entre ellos y con un público en el que todos se conocían y coreaban las canciones. Zakariya me contó que en origen el grupo salía de los trabajadores del canal, de aquellos que tuvieron el orgullo de estar en el tajo cuando se nacionalizó (otra vez las dos palabras: orgullo y nacionalización) y que la mayoría de las canciones hablaban de eso, de resistencia, de lucha, de dignidad, del opresor, de libertad. No sé si habrán vivido estos dos meses con la amargura del que ve vencida su revolución, con la  ilusión del que nunca deja de ser revolucionario o con la indiferencia del que ya ha visto el mundo patas arriba una vez.


Los egipcios parecen tener mucha prisa para cerrar etapas (quizá algunos quieren coger el control antes de que los demás se organicen). Hoy han votado en referéndum algunos cambios en la Constitución. La propuesta de la junta militar y de los Hermanos Musulmanes ha obtenido más del 70 % de los votos; y la propuesta es de unos cambios mínimos que da la posibilidad de que esos dos grupos mantengan todo el control. No parece un buen principio, y tampoco es cosa de organizar una revolución cada año. Sin embargo, cuando hace unos meses mucha gente solo iba a votar previo cobro de una cantidad que variaba según el barrio donde tocara votar, hoy los egipcios han ido a votar en masa y han hecho colas ordenadas y tranquilas; a la vista de eso, las naves en llamas más allá de Orión y los rayos C brillando en la oscuridad cerca de la puerta de Tannhäusser son una fruslería.

PS: Los partidarios del no querían una Constitución completamente nueva, que hubiera un gobierno de transición, para que el proceso no se produjera bajo el mando de la junta militar y que se dejara pasar algo de tiempo para que se organizaran los partidos políticos y pudieran dar a conocer sus propuestas. Las reformas aprobadas establecen que ni un cristiano ni una mujer pueden ser presidentes del país y mantiene que la sharíaa es la fuente de la legislación.

sábado, 12 de marzo de 2011

La efímera actualidad


Hasta ayer para todos los periódicos, televisiones, periodistas free-lance, blogueros y twitteros no había más noticia que Libia. Pero va y se produce un terremoto en Japón. En ese preciso instante en Ras Lanuf debieron de sentarse a beber un té Gaddafi y los resistentes libios; es probable que entonaran cantos fraternos, porque si no, no se entiende (yo no lo entiendo) que Libia ya no sea noticia, que no salga en las primeras planas que la inútil Unión Europea haya vuelto a adoptar una posición miserable y que ya no veamos ni oigamos conexiones con los corresponsales que intentan ser testigos de  la ignominia en Libia.

Un terremoto provoca destrucción y dolor. Y todo el mundo ofrece su ayuda (al menos de momento y con la impresión del momento, porque ahí está Haití: ni más ni menos, como antes). Pero un terremoto es un accidente (DRAE: Suceso eventual o acción de que involuntariamente resulta daño para las personas o las cosas); ni se puede evitar ni se puede modificar ni es injusto. La tiranía y la guerra, sí. Dejar de hablar y, sobre todo, de actuar, sobre el crimen de Gaddafi, nos convierte en complices necesarios. Pero tantos días hablando de lo mismo nos aburre, ya no es emocionante como aquello de la plaza, ¿te acuerdas? Sí, hombre, en un país de esos, Marruecos o Túnez; no calla, que estaba el museo ese de los faraones.

En Libia siguen muriendo y sufriendo. En Yemen también tienen un campamento, contra el que ayer cargó la policía con gases, porras y fuego real. Llevan casi un mes en Sanaa intentando echar a otro tirano, además de una guerra civil larvada en el norte y otra en el sur. En Bahrein, siguen dale que te pego empeñados en protestar. En Marruecos no se conforman con lo que ha ofrecido el rey. En Arabia Saudí, a la que se les ha ocurrido rechistar les han dado sopas con honda. En Argelia la oposición intenta organizarse y, cada vez que salen a la calle, Bouteflika se encarga de que haya más policías manifestantes. En Túnez siguen intentando cambiar el país, ni más sin menos. Y en Egipto casi ni han empezado, pero, eso sí, ya se pueden hacer cruceros por el Nilo.

Estos árabes… ya no nos dan esas imágenes tan emotivas de la gente en la calle, ya no nos sobresaltan con sus muertos y heridos, ya no nos dejan que les tengamos lástima. Pero ha habido un terremoto en Japón, menudo festín para el periodismo. 

PS: Justo es reconocer el contundente editorial de hoy de El País.

domingo, 6 de marzo de 2011

Egipcios -3-



Qásim Amín  (1865-1908) bebió de las fuentes de Abduh (y de al-Afgani, un personaje controvertido al que algunos consideran un intelectual y abnegado luchador, mientras que otros lo tienen por un cantamañanas y ególatra impostor). La particularidad de Amín es que se empapa no solo de positivismo (eso lo hacen muchos) sino, también, de darwinismo; eso lo lleva ―en un peligroso y poco acertado ejercicio de sociobiología avant la lettre― a interpretar la decadencia de las sociedades islámicas como el resultado de la selección natural. Opina que en la lucha por la supervivencia la ignorancia conduce a la inferioridad y sitúa el principio de esa ignorancia en la familia, en la que, dice, imperan relaciones de tiranía; y para revertir tal situación, hay que cambiar el núcleo, que es, a la vez, el elemento más débil: la mujer. La solución la resume en educación y consideración social. Habla de que la mujer debe salir del aislamiento del hogar y que debe vestir sin velo. Y todo eso lo escribe alrededor de 1900 y en Egipto (en dos libros, aquí reducidos a tres frases). No recibe aplausos, pero tampoco lo obligan a callarse, y eso es una medida del aire que se respira. Se ha imbuido de positivismo y cree que la mejor sociedad es la que se basa en el conocimiento y en la ciencia. No deja de ser musulmán, pero, como otros intelectuales liberales, tiene como objetivo paragonar la sociedad egipcia con las europeas. Hoy lo tacharían de traidor a la patria y de neocolonialista.

En ese grupo está también Lutfi as-Sáyyid (1872-1963), menos radical y más nacionalista que Amín; cree que lo que sea Egipto lo será por su historia y no por la religión que predomine en su sociedad. También tiene más carga política. El poder crea sujetos sin derechos, y el despotismo de los poderosos alimenta el servilismo de los ciudadanos y su sumisión mental: ese es el problema (eso podría ser la formulación intelectual de una expresión de uso corriente, al menos hasta ahora, en Egipto: ma aaleish; algo así como ‘no importa’ o ‘da lo mismo’). Y habla de fortaleza, confianza en sí mismos e independencia de espíritu. Las autocracias y los sentimientos no generan naciones fuertes, dice; así que la ley debe basarse en el acuerdo, y la unidad, en los intereses comunes. Pero para él, Europa no es el único modelo. Egipto tiene un pasado milenario y glorioso; esos elementos culturales y el territorio es lo que da cohesión, sin necesidad de apelar a la religión. La educación proporcionará libertad; y en concreto, la educación y la liberación de la mujer darán bienestar a la nación. Incluso si lo dijera hoy parecería revolucionario.

Ali Abd ar-Ráziq (1888-1966), de formación y carrera clásicas, era juez islámico y ulema de al-Azhar, si bien es cierto que creció en un ambiente liberal y racionalista. De hecho, estudió en Oxford, y estuvo relacionado con Abduh y con  Lutfi as-Sáyyid. En 1925, escribe un libro titulado El islam y los fundamentos del poder (trad. J. A. Pacheco. Universidad de Granada, 2007) en el que afirma que el califa no es un jefe político, por lo que si la comunidad hallara una forma de gobierno que le sea más conveniente que el califato, habría que adoptarla para defender mejor la ley de Dios. Su tesis es que el islam no obliga a tener un sistema político ni de gobierno determinados, sino que, por el contrario, da libertad para que una sociedad organice su Estado según las condiciones y las demandas sociales y económicas con las que  se encuentre en cada momento. Dicho en términos actuales, está defendiendo el laicismo de las sociedades islámicas. No hay herejía en la libertad ni contaminación colonialista en la democracia; pueden decidir cómo quieren gobernarse. El Consejo Supremo de Ulemas de al-Azhar intervino de oficio y lo inhabilitaron como ulema y como juez. Lo acusaron de radical; muy al contrario, seguía, y de manera ortodoxa, la tradición islámica de opinión y argumentación, pero las ejerció con cuatro elementos en contra. Sus iguales, los ulemas (ignorantes y miedosos); su sociedad (mucho tiempo en la pobreza y el subdesarrollo); los otros políticos liberales (ven que pueden hacerse con el espacio político que deje); y Europa, donde quien conoce el libro, lo desprecia (por intentar mantener privilegios ya insalvables se pierden oportunidades futuras; los últimos treinta años son un ejemplo).

Abd ar-Raziq es, quizá, el último intelectual que escribe con libertad (y lo pagó caro : paso el resto de su vida de chupatintas en ministerios, condenado al ostracismo). Luego llegaron nacionalistas como Saad Zaglul, sectarios pseudoreformistas como Rachid Ridà y Hassan el-Bannà, y una revolución, la de los Oficiales Libres, demasiado populista y preocupada por ese quitate tú pa’ponerme yo que tanto les gusta a muchos militares como para atender a esos tres factores que tanto habían repetido quienes reflexionaron en cómo construir un Egipto moderno: la educación, la mujer y (cierto) laicismo.