domingo, 20 de febrero de 2011

Egipcios -2-


Mohammad Abduh (1849-1905) debió de ser un tipo excepcional, en sentido literal. Estudió en Dar al-Ulum y llegó a ser Gran Muftí de Egipto y a formar parte del Consejo Recto de al-Azhar (que adaptado al tiempo, al espacio y a las claves occidentales viene a ser como abogado por Harvard y jurista en el Tribunal Supremo y en la Corte Internacional de La Haya). Desde muy joven escribe sobre asuntos religiosos, pero con la inquietud de relacionar religión y sociedad, de modernizar Egipto y de dar a la comunidad araboislámica una unidad que ayude a salir del letargo y del anquilosamiento. Por ahí le pilla la revuelta de Orabi y lo mandan al exilio. Aprovecha esa temporada para ir dándole vueltas al asunto del libre albedrío, el origen del Corán y otras zarandajas teológicas y filosóficas (en términos islámicos, el kalam) y andar por París. Ya se había leído a Tahtawi y algo le ha quedado de todo eso de que la ley está por encima del gobernante, que la libertad está anclada en el corazón del hombre y que las ciencias son útiles. Es partidario de Avicena, Averroes y Aristóteles; es lo que tenía la formación en ciencias islámicas, que partía de que para refutar una idea hay que estudiarlas todas a fondo, y en ese proceso, alguna te convencía.

La preocupación de Abduh es la reforma religiosa y moral, sin perder de vista el movimiento de liberación de Egipto. En ese afán, colabora con los ingleses, porque ve que ofrecen progreso (libros, ciencia, conocimiento, técnica), y no todos sus compañeros de viaje le perdonan ese punto de vista. Que nadie se confunda, su idea fundamental es que el islam no pierda su esencia pero para eso hay que recuperarla como religión de la razón, es decir, ir a los ancestros (salaf, en árabe, y de ahí el término salafiyya para designar un movimiento renovador, al principio, y arcaizante, después y hasta hoy; por eso al mismo tiempo que inspirador de renovadores, Abduh lo será de los fundadores de los Hermanos Musulmanes; y también de las corrientes nacionalistas). En el islam que debate (antes de que se bloqueara ese procedimiento en el siglo IX) localiza preceptos inamovibles (los dogmas) y otros que tienen que ver con la vida social y el culto, en los que la normal original no es muy concreta, precisamente para poder ir adaptándola a los tiempos, mediante la razón, claro.


Así que no hay más remedio, dice, que modificar el sistema legal y la educación. Aprovechando su posición, intenta ambas cosas. La lista de las costumbres y comportamientos que le parece que son aceptables en el islam pondría los pelos de punta a muchos musulmanes actuales. Además, se le ocurre que el ser humano distingue de forma natural, sin revelación divina, el bien del mal y que es un crimen dejar a las mujeres en estado de ignorancia También intenta reformar el currículum de al-Azhar e incluir historia, geografía, literatura y lenguas, pero lo cierto es que fracasa. (No obstante, en el intento convenció a un joven Taha Husain —autor de un delicioso libros de memorias noveladas, Los días, reeditado no hace mucho y que, por cierto, merecería un traducción renovada y menos creativa—).

Cree que el islam, y las sociedades que se rigen por él, se han corrompido (¡y no había visto nada!) por la ignorancia de los gobernantes y los ulemas, que se dejan influir por doctrinas esotéricas (se refiere al chiísmo) o pierden su libertad de pensamiento cuando alcanzan el poder. Definitivamente, no le gusta el Imperio otomano. Él es egipcio, es decir, árabe y el panarabismo será la salvación (por si alguien creía que se le ocurrió a Nasser). Y aspira a un Egipto sin el subdesarrollo material e intelectual que hace que las reformas deba pensarlas y aplicarlas alguien con autoridad y mediante el autoritarismo; y poco a poco, para no crear fracturas sociales y hacer posible el gobierno mediante consejos locales y un gran consejo de representantes, con la participación de una opinión pública libre.  Mohammad Abduh hubiera sido el primero en ir a la plaza Tahrir a provocar una revolución. ¿O ha estado allí todo el tiempo?


PS: Egipcios -1- implicaba bastantes más egipcios, pero al ritmo que van las cosas no hay manera de seguir un catálogo tranquilo a medida que van saltando chispas; así que vamos a por lo fundamental y luego ya veremos.Aunque ahora ya quede lejos, porque ya nadie se acuerda de Túnez, Un personaje notable es Jayr ad-din Basha, al-Tunisí (1822-1889), reformador en Túnez, que cambia los planes de estudio en la Zeituna, y eso facilita la línea Burguiba y todo lo demás.

lunes, 7 de febrero de 2011

Egipcios -1-


Rifaa Rafii at-Tahtawi (1801-1873) era un imán educado en al-Azhar y destinado a enseñar en al-Azhar, pero se cruzó en su camino la decisión de Muhammad Ali de mandar unas misiones educativas a París. Ali se daba cuenta de que Egipto se quedaba atrás y necesitaban jóvenes formados. Pero mandar unos jóvenes egipcios a París era una empresa arriesgada, al menos sin un líder espiritual, alguien que velara por que no se descarriarán. Ahmad al-Attar, un magebrí  que había estado en contacto con franceses, dirigía al-Azhar y cuando le preguntaron por alguien que pudiera ir con la primera misión de estudiantes, recomendó a at-Tahtawi.

El imán llega a París en 1826. Se queda cinco años, en los que estudia una especie de bachillerato, lee todo lo que pudo, y, sobre todo, observa. Al volver convence a Muhammad Ali de que cree una escuela de traductores. Él mismo se dedicará a la traducción sin descanso, convencido que que Egipto necesita todo el conocimiento europeo. Una de las cosas que ha aprendido es que en Egipto habían gobernado grandes faraones y que su país tenía una historia larga y rica que en el resto del mundo estudiaban, pero que nadie en Egipto conoce. Entra como traductor en las escuelas de Artillería Medicina (en esta acaba impartiendo clases de anatomía). No tiene límites, quiere saber de todo y escribir, para que los egipcios puedan aprender. Tras cuatro años semiproscrito en Sudán, vuelve, ya con Ismaíl  como jedive del Imperio otomano,  lo nombran asesor del Gobierno en materia de educación, En ese periodo hace que la imprenta estatal publique los clásicos árabes (como Ibn Jaldún).

Dice at-Tahtawi que el islam es compatible con la sociedad contemporánea. Cree que el sistema de gobierno ideal es una autocracia limitada por la sharíaa, la cual debe adaptarse a los tiempos, y entiende que debe haber separación de poderes, si bien piensa en algo más parecido a los estamentos medievales que a Montesquieu; los ulemas deben ser un contrapoder del rey y deben conocer los saberes modernos para poder adaptar las leyes. El asunto socava los cimientos del sistema porque implica reformar las instituciones educativas islámicas, empezando por al-Azhar, de donde él ha salido y que es (entonces y después) paradigma del inmovilismo. Propone una sociedad inspirada en los científicos (había trabajado unos años en los sistemas de irrigación del Nilo). Defiende la libertad individual de acción y de empresa y una justicia basada en la equidad y en la aplicación de leyes justas.

Impresionado por la sociedad europea, es partidario de una idea decimonónica del progreso (producción y acumulación de riquezas) motivado por el patriotismo, que es la base de las virtudes políticas; ese progreso requiere que los ciudadanos crean en las virtudes sociales y las practiquen; y a eso solo se llega por la educación, en la que hay que incorporar los nuevos conocimientos. El problema de las sociedades islámicas es que han perdido tales virtudes por culpa de gobernantes corruptos. Propugna una enseñanza primaria universal porque, afirma, una persona que sabe leer y escribir puede estudiar, aprender las innovaciones que atañan a su oficio y mejorar en él, no importa lo simple y humilde que sea. Además, el pueblo debe participar activamente en el proceso de gobierno, pero para eso debe estar educado. También cree que las mujeres deben educarse, porque una mujer está capacitada para trabajar, pero para eso necesita estudiar, y porque así educará mejor a sus hijos.

Anteayer, el portavoz de al-Azhar, dimitió de su cargo. Quería ir a la plaza at-Tahrir a manifestarse contra el régimen y por la libertad del pueblo egipcio, pero era su postura personal y no la de la institución, si bien quiso insistir en que el islam prohíbe toda forma de injusticia. Se llama Muhammad Rifaa at-Tahtawi y es descendiente de aquel imán que fue a París.

PS: El libro donde relata su experiencia en París es Tajlis al-Ibriz fi Taljis Bariz (versión en inglés: An imam in Paris) y aunque su prosa puede resultar un poco pesada para el gusto occidental, resulta casi tierno ver a ese hombre admirado porque todas las calles tengan alcantarillas o por los muebles y paredes pulcros y cuidados de las casas). 
Las transliteraciones de los nombres y otros términos árabes de esta entrada son una simplificación que busca la similitud fonética con el original al ser leídas con el valor fonético de las letras en español.